Después de varios años sin escribir, regreso a este espacio que siempre fue un refugio. Cuando lo dejé, vivía rodeada de risas infantiles, mochilas pequeñas y preguntas sin fin. Hoy vuelvo con un nuevo escenario: la adolescencia ha llegado a nuestra casa . Ya no me necesita para atarse los zapatos ni para leer un cuento antes de dormir. Ahora lo que necesita es que lo escuche, incluso cuando no dice nada. Que respete sus silencios y que entienda sus cambios de humor, aunque a veces parezcan una montaña rusa. Y aquí estoy, aprendiendo otra vez. Porque ser mamá de un adolescente no es dar órdenes, es construir confianza. No es vigilar, es acompañar de cerca aunque ellos crean que pueden solos. Lo que voy descubriendo en este camino: Escuchar más y hablar menos. Respetar su espacio, pero que siempre sepa que estoy cerca. No tomarme como algo personal sus altibajos. Conversar sin miedo sobre los temas difíciles. Soltar poco a poco, pero nunca desconectarme. La...